En el evento presencial de Menorca de hace unos meses propuse un ejercicio muy potente.
En ese momento no sabía que era tan potente, sabía que estaba guay, pero no tanto.
Atento a lo que pasó.
Consistía en realizar una serie de acciones para poder comer ese día.
Vamos, que la comida no estaba garantizada si no se cumplían unas condiciones.
Sí, sí.
En los retiros no hay nada garantizado.
Total, que era algo así:
Consigues una venta, tienes X puntos.
Hablas con un potencial cliente, Z puntos.
Acciones de ese estilo.
Tenían que acumular 15 puntos cada una para poder comer.
Bueno, pues no van las tías cara-duras (con amor, ya lo saben ellas) y al terminar el ejercicio me dicen: no había trabajado tanto en mi vida.
¿Cómo?
Espera, ¿qué?
Yo flipé en colores fosforitos.
Sabía que la cosa ahí fuera estaba mal, pero no me imaginaba que tanto.
Vaya, que sí lo sabía, pero verlo de frente me impactó.
Sobretodo porque duró como una hora y media o algo así el ejercicio.
Estoy segura de que ya habían trabajado más de una hora y media en su negocio en todo estos años.
Lo que no así de bien.
Y ahí está el problema: que nos ponemos a currar y a liarnos en cosas que no traen ningún tipo de beneficio real al negocio y no sabemos cómo poner foco en esas pequeñas acciones que sí disparan nuestros resultados.
Y así está la gente.
Sin tiempo para cuidarse.
Cayendo en no cumplir con las recomendaciones que les dan a sus clientes.
Porque no saben atenderse a ellos primero.
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