El sábado estaba viendo el atardecer desde mi piscina.
Había 3 niñas, cada una de una casa diferente pero de edades parecidas sobre los 10-11 años.
Estaban apoyadas en el murete que da a la calle, con un mantelito donde había bastantes pulseras de cuentas y abalorios.
Las habían hecho ellas.
Me llamó la atención y disfruté un buen rato viéndolas vender
Cada vez que pasaba alguien por el paseo sucedían 3 cosas: una de ellas se agachaba, se escondía partiéndose de risa, otra sonreía sin decir nada y otra gritaba a pleno pulmón: Perdone, vendemos pulseras, ¿quiere una?.
No, gracias.
Perdone, vendemos pulseras, ¿quiere una?
No, gracias.
Perdone, vendemos pulseras, ¿quiere una?
Hoy no, gracias.
No se cansaba la tía.
Recibía un no y otro y otro y siempre pasaba igual: la que se escondía, la que sonreía y la que gritaba a pleno pulmón.