Para las operaciones estéticas, las cremas anticelulíticas y los suplementos milagrosos, nadie duda en gastarse varios miles de euros al año.
Sí, tú y yo sabemos que esa no es la solución que necesitan, pero para el caso da igual. Ellos piensan que sí.
Bien.
Esos miles de euros te los podrían estar pagando a ti.
Antes de echarte las manos a la cabeza, deja que te cuente un par de cosas.
Te la están colando.
Gastan dinero en los centros de estética para darse «mimos» con un masaje anticelulítico, pero si tú subieras el precio de tu consulta… ejem.
Y llegas a la misma conclusión que todo el sector de la salud preventiva: «Los clientes no quieren invertir en salud».
Pues esto es mentira. No es que no quieran invertir en salud.
Lo que pasa es que nadie te ha enseñado a vender salud.
No puedes esperar que una persona a la que le cuesta vivir sin papas, cerveza o kinderbuenos, quiera contratar a un profesional que sabe que le va a decir que eso no le hace ningún bien… No tiene sentido.
Para el cliente, en este punto, eres el demonio.
Un demonio que sabe que necesita, pero que sus múltiples adicciones le impiden contratar.
Obvio que prefiere someterse a tratamientos dolorosos, o gastarse el dinero en suplementos, si así no le van a tocar sus amados ultraprocesados.
Ahora lo entiendes ¿verdad?
No es que no compren salud.
Es que casi nadie sabe venderla.
Y por eso sigue siendo facilísimo vender salud, para aquellos que sí saben.
Porque son poquitos y no tienen competencia.
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