El verano de 2018 miré la cuenta del banco medio tapándome los ojos con la mano.
75 €.
Había un pico que no recuerdo.
Y a parte de eso debía dinero, ¿eh?
Mi situación financiera era una auténtica mierda. Sin matices.
En ese entonces iba a un coworking precioso en Valencia que me había concedido una especie de beca interna, alquilándome un espacio por una cantidad ridícula al mes.
Con lo cual estaba rodeada de empresas y empresarios y eso me empujaba a limpiarme los mocos y seguir trabajando en lo que yo creía.
Porque tener cerca a gente que tiene lo que tú estás buscando es una maravilla.
Cuando en tu entorno lo que tienes es: a tu pareja que te apoya a medio gas, a tus amigos que han tirado por otro camino, a tus padres que de vez en cuando te transmiten sus dudas sobre lo que estás haciendo…
Es peligroso.
Es peligroso porque puedes llegar a pensar que lo que tu entorno concibe como “normal” es lo correcto. Que eso es lo normal.
Y no.
Solo es su estándar.
No es el de todo el mundo.
Ni tiene por qué ser el tuyo.
Y esto es algo que hasta que no entiendes y aplicas te hace sentirte super solo e incomprendido.
Interioriza esto ya: puedes vender lo que te de la gana para vivir como te de la gana.
Y lo conseguirás antes si te rodeas de personas que quieren lo mismo o ya lo han conseguido.
Igual que a mi me impulsaron en su momento las empresas de mi coworking.
Y luego irás a enseñárselo a tu entorno y primero te llamarán de loco para arriba y luego se unirán al carro los listos. El resto no.
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