Cuando haces cosas, pasan cosas

Este verano estuve en la alta Garrotxa de vacaciones. 

Beget, mi nuevo pueblo favorito.

Olot y su fageda d’en Jordà… precioso.

La cuestión es que me quedé en una masía muy bonita y extremadamente complicada de llegar.

¡Vimos un ciervo! cruzó justo delante de nuestro coche.

Y también 2 zorritos preciosos.

En fin, que me voy.

En la masía había otra pareja y por casualidades de la vida coincidimos con ellos al volver de una ruta uno de los días.

2 belgas.

Total, que cuando terminó nuestra gran coincidencia fue en plan adiós adiós, encantados, que vaya bien la tarde, no os mojéis mucho.

Y nos volvimos a ver en la masía.

Y a mi se me ocurrió invitarles a cenar al día siguiente.

Esas cosas que no nos solemos atrever a hacer, pero que las haces y piensas que deberías hacerlas más.

Bueno, pues fue una experiencia chulísima, a parte de comernos un chuletón de vaca impresionante, conocimos más a estos chicos que abrieron nuestra lista de contactos al extranjero.

Uno de ellos trabaja la comunicación de la sanidad pública de Bélgica y el otro es guarda forestal de Camerún, en Guínea Ecuatorial y en 2 países más que no recuerdo.

Nunca se sabe a quien tienes al lado, qué vas a encontrar, qué te va a deparar la vida… pero siempre, siempre, siempre…

Cuando haces cosas, pasan cosas.

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