Me encanta que me vendan.
Hace unos años se popularizó una frase absolutamente errónea que decía algo así:
“A todo el mundo le encanta comprar, pero a nadie le gusta que le vendan.”
No sé ni de quién es, ni me importa.
Solo sé que está absolutamente equivocada.
Soy muy propensa a comprar todo tipo de soluciones que me hagan la vida mejor, aunque sea un poquito.
Me parece abundante, me hace sentir genial, es la leche, vaya.
Y, por mi experiencia vendiendo, también sé que a todo el mundo nos encanta que nos vendan.
La frase corregida sería algo así:
“A todo el mundo le encanta comprar, pero a nadie le gusta que le vendan porque la mayoría de vendedores lo hacen como el culo, queriendo embutir un producto que no le interesa a nadie y sin tener en cuenta al cliente.”
Con esa sí estoy de acuerdo.
Y la clave está en la palabra “la mayoría de vendedores”.
Yo no soy “la mayoría”, yo vendo muy bien.
Lo dicen tanto mis números como las personas a las que les vendo (compren o no).
Pero no siempre he vendido muy bien. Antes también me asustaba como un cervatillo sin su madre y la cagaba sobremanera, espantando a las personas y (lo peor) generando absoluta indiferencia.
Me parece una habilidad tan potente, que desde el año pasado lo incluyo en mis programas y formaciones.