La mayoría de personas trata a sus clientes muy mal.
Y no me refiero a insultarles, tirarles cosas a la cabeza ni nada de eso.
Me refiero a todo lo contrario.
Les tratan como si, por comprarles, les estuvieran haciendo el favor de su vida.
- Muchas gracias por tu confianza.
- Cuando te vaya bien ya me dices.
- Tranquila, cuando puedas.
- Por favor, si no te importa.
- No te preocupes, buscamos otro hueco.
- No, lo siento mucho, a las 22:00 de la noche intento ya no trabajar.
Esto es tratarles fatal.
Pero fatal.
Tu cliente busca en ti una ayuda, un líder, una mano firme que les sostenga en su viaje.
Si en lugar de esa mano fuerte y segura, se encuentran una mano blandita, insegura y fofa, en vez de facilitarles un cambio de vida, les facilitas que te toreen.
Y luego vienen los “es que no valoran mi trabajo”.
No, no.
No te valoras tú.
Nadie puede darte un valor que tú mismo no te das.
Y a esto, se aprende.
Puedes aprender a hablar de una manera específica para transmitir seguridad y que no te toreen.
También se puede aprender qué decir para que te compren.
Y en concreto, se puede aprender a vender salud.
Y a que quieran comprarla, claro.
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