Cuando tu vida personal se come la profesional

Lo fácil es escribir las cosas con perspectiva, cuando ya todo ha pasado, cuando estás arriba de la montaña y casi no recuerdas lo que has sudado para subir.

La realidad es que a veces nos encontramos a mitad de camino y pasan cosas y nos reponemos como buenamente podemos.

Allá cada uno con su gestión emocional.

La cuestión es que, hace unos meses, pasé por unas semanas que fueron un poco así para mi.

Por un lado, Pluma, mi perra de kilo y medio estuvo 3 semanas malita. Muy malita.

Dicen que los perros son como los hijos y yo no lo sé, porque no soy madre, pero sí sé que se siente una impotencia y frustración bastante alta.

Por otro lado, el día que Pluma se empezó a encontrar mejor, que pedía juego después de tanto tiempo planchada en su cama, ese día… mi yaya sufre un ictus.

Empiezan horas en las que la doctora le dijo a mi padre que no había nada que hacer, que no se iba a recuperar y que ya lo único que quedaba era esperar que sus órganos se fueran apagando poco a poco. Con más o menos brusquedad.

Horas revisando si seguía respirando o ya no.

No sé definir a mi yaya para que entiendas un poquito qué tipo de mujer era. No le voy a hacer justicia intentándolo, pero allá voy.

Siempre dispuesta a darte todo lo que quisieras, a escondidas o no.

No se cansaba de repetirte lo guapa que te veía, sobre todo en tus peores días.

Un sentido del humor que no sé cómo pero sobrevivió a años de humillación y silencio impuesto.

Se fue a vivir a Alemania y volvió, sin entender ni media palabra y dejando a sus hijos atrás. Esto fue lo más difícil que hizo en su vida.

Mi yaya era lo mejor de este planeta y a ratos odio el paso del tiempo. No solo porque ya no esté, sino porque ya hacía algunos años que me la venía quitando.

La cuestión es que en esos momentos, en que recibes una noticia inesperada yo tiendo a hacer como que no pasa nada, a seguir con mi rutina porque total “es ley de vida”.

Pero esta vez no actué así.

Esta vez lo paré (casi) todo y me permití bajar revoluciones, estar con mi familia o simplemente no hacer nada y sentir mi tristeza.

Te lo cuento porque esta es parte de mi verdad. Igual que el resto de artículos donde quiero que transformes tu vida.

Todo es mi verdad.

Y hoy mi verdad es esta.

Seguro que se puede hacer de otro modo.

Seguro que nada tiene que ver esto con el negocio.

Pero yo no quiero dejarlo a un lado.

Lo que decides en tu negocio afecta a tu vida y viceversa.

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